No siempre es fácil mantener la calma en tiempos difíciles, en momentos en dónde lo único que tenemos es nuestro dolor. Dios puede comprender su dolor y su frustración. Dios está dispuesto a darle paz a su corazón, pero no siempre conseguimos entenderlo. En teoría sabemos que Dios es paz y amor pero en la práctica no conseguimos morir completamente al impulsó de querer todo bajó nuestro control.
Esperar en Dios es una práctica fundamental en la vida cristiana. A menudo, nuestras vidas están marcadas por periodos de incertidumbre y ansiedad, pero la espera paciente nos brinda la oportunidad de confiar en el plan divino.
Las Escrituras están llenas de relatos de hombres y mujeres que enfrentaron largas esperas antes de ver las promesas de Dios cumplidas. Abraham, José y David son ejemplos de cómo la paciencia y la fe van de la mano, enseñándonos que Dios obra en Su tiempo perfecto.
“gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;” — Romanos 12:12
La oración es un vínculo vital durante la espera en Dios. En lugar de ver la espera como un tiempo de inactividad, considerémoslo como una oportunidad para profundizar nuestra relación con Él a través de la oración constante y la escucha atenta.Enfrentar la incertidumbre requiere una confianza firme en el carácter de Dios. Recordemos Su fidelidad, bondad y amor incondicional. Al mantener nuestros ojos puestos en quién es Dios, podemos encontrar consuelo y seguridad en medio de la espera.
La espera en Dios no siempre implica pasividad. Cultivemos la paciencia activa, buscando la sabiduría divina y tomando medidas guiadas por el Espíritu Santo mientras esperamos en Él. Este proceso no solo fortalece nuestra fe, sino que también nos prepara para lo que vendrá. Compartir nuestras esperanzas y cargas con la comunidad cristiana puede hacer la espera más llevadera. La comprensión mutua y el apoyo solidario nos recuerdan que no estamos solos en nuestras luchas y que, juntos, podemos perseverar con paciencia.
Esperar en Dios es un acto de confianza y fe que nos transforma mientras aguardamos sus planes. Que en la espera encontremos fortaleza, crecimiento espiritual y una profunda conexión con el Dios que siempre cumple sus promesas en el momento perfecto.
